En la experiencia del aprendizaje del arte de amar, no hay sentido que no tenga su vital y delicioso papel. Y claro, como esto se trata de ofrecer y no de pedir, algunas imágenes de estos cinco sentidos retumban en la cabeza del amante o se ofrecen como la fuente inagotable de la voluptuosidad de los momentos o de los recuerdos...
Benedetti decía que el cuerpo desnudo de una mujer brilla en la oscuridad. Y es cierto, las líneas redondas y luminosas de la piel de una mujer, en las penumbras de una habitación a media luz, o sin luz, o a plena luz, brillan por sí solas... Mirar sus pechos turgentes y firmes, observar como se quita la ropa, escudriñar las imperfecciones de la perfección, en ese lunar que reconoces con solo saber que está allí, en ese pliegue de puertas abiertas, en esas colinas gemelas del final de su dorso.
Los ayes y gemidos, los susurros de te quiero, los verbos y palabras endulzadas por el encuentro de intimidad, acarician los oídos del amante, crean un universo paralelo de trinos y efluvios marinos, ajeno de los estruendosos gritos del mundo afuera.
La voz que se devora en el aliento cadencioso de la música del orgasmo, cerrar los ojos y escuchar te quiero.
El dulce de los labios del norte y la sal de los labios del sur, la miel en boca del amante privilegiado de todas las formas del beso, la cereza arropada en carnes o el botón de fruta de bosques coníferos, el terciopelo de su cuello, la geografía accidentada de sus píes, la tibieza de los muslos o las inconfundibles especias de su espalda.
El perfume de su cabellera enredada en mi cara, el aroma de su piel entera que penetra profundo en el cerebro y en el corazón, esa fragancia inconfundible que dispara todas las alertas del amante, sintiendo como se desliza la sangre a tropeles por las venas y las cavernas del cuerpo, anunciando la llegada de las horas vitales.
Hola sole me gusta mucho leer y saber de ti un abrazo dios te bendiga.
ResponderEliminarVanesa H.