Con los poros de tu piel contagiosa
incendiaste mis pupilas abiertas
de diminutos destellos de luciérnaga
y cruel anuncio de dársenas sin puerto.
En el silencio de tus labios entremordidos
se escurrieron los pactos sin promesa
y llenaste mi pecho de mariposas y palabras,
nido de sueños posiblemente imposibles.
Asiéndola sin pudor de breve primavera,
en la feroz caricia del tierno amor,
te llevaste mi alma convertida en libro,
diario, beso, melodía y lágrimas.
Te llevaste mi cuerpo enmudecido,
en el tibio y cómplice claroscuro
de tu desnudez de mieles oceánicas
y aromas secretos de azafrán.
A contratiempo, a destiempo y sin tiempo
dos palabras cruzan mis versos tuyos,
nuestros besos, orgasmos, risas y lágrimas,
solo dos, nada más que dos...
Pierce
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